No hay cosa más bella en la tierra
que ver a un amigo sonreír,
sientes alegría,
pero a la vez miedo
de perder todo aquello
por lo que esa sonrisa emerge.
Cada sonrisa es un sueño,
una memoria,
un evento,
que marca una vida
y nos hace dar cuenta
de lo mucho que tenemos.
Una sonrisa es contagiosa,
se pega y se corre entre muchos
como una gran epidemia,
enferma a todos de felicidad extrema,
una enfermedad poco dañina
que deja secuela de por vida.
Esta enfermedad enseña
a comprender la vida,
enseña a disfrutar a los amigos
y vivir cada uno de esos momentos infinitos,
esos momentos con amigos,
momentos que valen más que el oro.
Pero claro la felicidad extrema
sigue siendo enfermedad
y esta tiene sus daños
siempre al final,
cuando la perdemos y caemos
por su ausencia sin igual,
donde la única cura es amar
y volverse a contagiar.